Guatemala no es solamente rica por sus recursos naturales, sino también por el valor de su gente y de sus tradiciones. La Caravana del Zorro es una de ellas y, con 55 años de hacer rugir los motores, se ha ganado un lugar especial en la cultura guatemalteca.
No es posible imaginar un febrero sin las chumpas de cuero negro o los pañuelos en las cabezas, o la diversidad de motocicletas que van decoradas con banderas, imágenes, estampas y hasta flores. En la Plaza de la Constitución se vive toda una fiesta desde las primeras horas de la madrugada y, con el banderazo de salida, familias enteras inician una jornada festiva que culmina con los honores al Cristo Negro, en Esquipulas.
Todo ese colorido y simbolismo que encierra la actividad le permitieron recibir el merecido reconocimiento hace cinco años, cuando fue declarada Patrimonio Intangible de la Nación. Es un motivo más de orgullo para los guatemaltecos, pues los ojos del mundo se han puesto sobre estos peregrinos y han motivado a que personas de todas las nacionalidades se sumen a la fiesta.
Tradiciones como ésta deben prevalecer y transmitirse de generación en generación con un amplio sentido de responsabilidad. Ojalá y aunque hayan pasado otros 55 años, siga siendo un viaje esperado y toda una sensación para Guatemala.
Rubén Villadeleón seguramente se sentirá orgulloso de lo mucho que ha crecido la Caravana del Zorro y que a lo largo de 224 kilómetros se perciba la fe de los motoristas que esperan volver a casa con los “gusanos de colores” atados a sus máquinas.
Estas son las costumbres que hacen de Guatemala una tierra de emociones y contrastes. Felicidades peregrinos y ojalá que los milagros que esperan se hagan realidad.
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